Only page of capítulo
243
33
Easy

7
CAPÍTULO VII

La Majestad de Isabel II -luego de haber repartido retratos con laudosas dedicatorias entre obispos, monseñores y palaciegos- se retiró a los limbos familiares de su Cámara. El Excelentísimo Señor Don Jerónimo Fernando Baltasar de Cisneros y Carvajal, Maldonado y Pacheco, Grande de España, Marqués de Torre-Mellada, Conde de Cetina y Villar del Monte, Maestrante de Sevilla, Caballero del Hábito de Alcántara, Gran Cruz de la ínclita Orden de Carlos III, Gentilhombre de Casa y Boca con Ejercicio y Servidumbre, Hermano Mayor de la Venerable Orden Tercera y Teniente Hermano de la Cofradía del Rosario, hacía las veces como Sumiller de Corps. En la Cámara de la Reina el personaje ponía los ojos en blanco, doliéndose respetuosamente, pues también había esperado un retrato de la graciosa voluntad de la Señora. Era un vejete rubiales, pintado y perfumado, con malicia y melindres de monja boba: En cuanto a letras y seso, no desdecía en las cotorronas tertulias de antecámara: Vano, charlatán, muy cortés, un poco falso, visitaba conventos por la mañana, lucía hermosos troncos por la tarde, a la hora del rosario acudía secretamente al reclamo de una suripanta, y ponía fin a la jornada en un palco de los Bufos, donde se hablaba invariablemente del cuerpo de baile y de caballos. La Señora le consoló populachera y jovial:
-¿No comprendes, calabaza, que a las personas de mi íntimo aprecio quiero hacerles un presente más señalado? ¿Te parece mandar fundir una medallita? Precisamente quería consultarte.