Aquella primavera, como tantas otras, trajeron orla de luto las brisas del Guadarrama. Marzo y abril, siempre ventosos en sus idus, suelen declinar cierzos y nieves sobre la Corte de España. Los azules filos serranos, en estas lunas, se llevan del mundo a muchos viejos de catarro y asma. Así, de un aire, acabó sus empresas políticas, y sus bravatas de jácaro, el Excelentísimo Señor Don Ramón María Narváez. ¡Guadarrama de azules lejos, fríos y claros como el alma de los criminales insignes, por tu culpa lloran los azules ojos de la Reina de España! ¡Tus colados filos segaron la flor de la canela para entregarla a pasto de gusanos!
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