El Marqués leía la prensa moderada, recogido a sus habitaciones con remusgos de gato larero: Saliéndose de la niebla soporífera de un artículo de fondo, aprestó la oreja: Reconocía el trote lechuguino del ayuda de cámara. El Marqués vivía afligido de usuras y deudas. Era por aquellos tiempos muy extrema su carestía de dineros, y estaba en gran zozobra de que naufragasen los préstamos que tenía en trámite con el Niño de Benamejí. Todas las esperanzas del palaciego se cimentaban en los arbitrios de aquel marchoso, por donde tanto le urgía sacarle libre de malos pasos. Para concertar unas secretas visitas, había nombrado internuncio a Toñete. El Marqués suscitado por el trote tilingo, volvió los ojos a la puerta, con plácido suspiro:
-¿Qué?
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