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CAPÍTULO XVII

El Barón de Bonifaz ha entrado en el café. Remoto en el fondo nebuloso de divanes y espejos, hace señas un clérigo fachendoso -alzacuello, capa torera, espejuelos verdes. El Niño de Benamejí, rasurado, con el chisterón a lo curro, tenía la maja vitola de un capellán castrense. Adolfito llegó sorteando las mesas:
-Recibí tu aviso cuando meditaba un atraco. Y a ti, ¿cuándo te echan el guante? Te va bien el alzacuello, pero un clérigo de tu pinta requiere llevar al costado buena ama. Segis, tú vas a ser mi tabla de salvación. Antes de las doce de mañana me son urgentes treinta mil reales. ¡Segis, tú vas a ser mi padre!