El Club vertía sus luces sobre la acera, y el sereno, caperuza, chuzo, farol, apuntaba sus triángulos sobre una esquina. El Marqués de Redín, en la puerta luminosa, levantaba el junco. Las luces de la chistera y el charol de las botas inscribían el prestigio elegante de la silueta.
Con el junco erguido y el veguero echando humo, entonado y británico, llamaba a su cochero. El Marqués de Torre-Mellada se apeó agitando las manos de foca, zalamero, con flautín de alharaca:
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