El Palacio de Torre-Mellada, en la Costanilla de San Martín. Entre dos salones mal alumbrados, un camarote con mesillas de naipes y pinturas pompeyanas: Humo de vegueros, brillo de calvas. El Marqués se santiguaba, timorato:
-¡Habría para creer en agüeros y hechicerías, si no fuese pecado, como reza el Padre Astete! ¡Todo ha salido mal en este viaje!
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