El palaciego, inquieto de curiosidades, mosconeaba sus malicias de monja boba sobre el tema de aquellas desavenencias suscitadas entre Fray Jacinto de María Anunciadora, Obispo de La Habana, y el Capitán General de la Gran Antilla. El Coronel, prendido en los lazos del palaciego, hacía la relación con pintorescas divagaciones de progresista guillado:
-El Ilustrísimo Señor Obispo tomó pasaje con rumbo a las patrias playas días antes que este servidor de ustedes. En Madrid debe estar intrigando.
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