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CAPÍTULO IV

Paco el Seminarista rascó la garganta con una tos maja viendo salir a las disfrazadas comadrejas. El mentido chaval se le ponía a la vera tocándose el catite:
-¡Salud, maestro! ¿Sabría usted decirnos dónde hallar bagaje, que la güela no puede moverse? Señores Guardias se han servido requisarnos el rucio para un pícaro que se hace el baldao. Por aquí los verían ustedes pasar.