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CAPÍTULO II

La Carifancho, comadre renegrida y garbosa, canta, disputa y peina la mata, a la boca de un silo, en Castril de las Cuevas. Las pencas del chumbo espinan las bardas. Perros y jamelgos, bien amados de la mosca, sacuden el rabo con ritmos alternos. Las voces, las greñas arañadas y las rapiñas, tejen el hilo de la cotidiana disputa que allí mueven las mujeres. Los coimes, cuando no cumplen alguna sentencia en presidio, garbean en la tunería de lechuzas, alforjines y trámeles, o se licencia en los estudios mayores de caballistas y cuatreros. Aquel rancho gitano tiene un resalte de ochavo moruno.-Luces cobrizas, magias y sortilegios, ciencia caldea de grimorios y pentáculos.-En Castril de las Cuevas la herradura, el cuerno, el espejillo rajado, los azabaches y corales de las gigas, el sanico bendito, con ataduras y por los pies ajorcado, son los mejores influjos para torcer y mejorar los destinos del castigado Errate. El cuerno, hace mal de ojo a los vellerifes: El espejillo, enferma de muerte a los jueces. El santico ligado y ajorcado, abre las cárceles: La herradura prospera sobre los caminos y saca adelante en los pasos apurados: Las gigas mejoran la estrella del nacimiento. En Castril de las Cuevas, a la boca de un silo, canta y peina la greña Malena de Carifancho: En éstas ha visto llegar, dándose aire con una punta del pañuelo, a la comadre tuerta:
-¿Por dónde anda el tuyo, Malena?