El Marqués de Torre-Mellada, gorro, batín y pantuflas, se ovillaba en una mecedora, la cara vuelta a la reja. Más que por fuero orgulloso, por el repulgo de no mostrarse despintado, permaneció de espaldas cuando entró la Pareja:
-¡A la orden de Vuecencia, Señor Marqués!
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