Con las últimas estrellas, viejos y viejas del velorio adormecen calamocanos, mientras mozos y mozas insomnes, encandilándose con rijos de celo, se hacen mamolas. Y Tío Juanes apareja el cuartago bajo el alpende, propositando llegarse a tratar el entierro con el Padre Cura de Doña Ximena. Al tiempo de alzarse sobre el estribo, distinguió una sombra que gazapeaba al arrimo de la barda: Salió trotando, los ojos avizorados, tendidos en curva mirada. De un burujo incierto, al borde del camino, surgió la confusa silueta de Juana de Tito:
-Se halla de vuelta el padrino, y reclama por usted, Tío Juanes. Dende la cancilla le descubrí a usted aparejando, y fue el aplastarme a la espera, para no ser notada. ¡Pues se halla de vuelta el padrino y aparenta sobresaltado!
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