Sobre la piedra del hogar se calentaba un hombre tullido, acochavado en astroso serón de esparto. Salía el pabilo del busto, cosido en la amarilla angostura de un jubón de franela. La molinera aguzaba el ojo de atalaya en el ventano: Era tuerta, endrina, rizosa: En la figura, brío y vivacidad de cabra. Murmuró apagando la voz:
-¡Si no vendrán esta noche!
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