La casona del señorío, reclusa en su cerco de limoneros y naranjos, parecía achatarse bajo el aleteo de las palomas que iniciaban el vuelo. La Marquesa y Feliche conversaban con espacios de silencio, en la sala zaguanera. La señorita Aline anunció a Monsieur Pierre El franchute, craso, chaparro, reluciente, apareció en la puerta luciendo una condecoración del Principado de Mónaco:
-¡Señora Marquesa, yo no puedo mismo comprometer mi reputación! Aquí no hay medios para guisar un pimiento. Querría presentar una salsa de langostinos con setas. ¡Imposible! Faltan los elementos. Un lenguado al gratín con berros. ¡Imposible! Faltan los elementos. ¡Señora Marquesa, declino mi responsabilidad!
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