Fuera de la estación esperaba el coche. Cascabeleaban las cuatro mulillas del tiro, cubiertas de borlones, primorosas y parejas: Ocupaba el pescante y tenía las riendas un viejo de centeno quemado, duro, ojiverde, las sienes con brillos de acero. El Marqués celebró el atalaje:
-Muy bien, Blasillo. ¡Muy bien!
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