Eran las últimas despedidas. Saludaban los caballeros alzándose las chisteras. Agitaban el pañolito las madamas. Teresita Ozores se subía al estribo para decirle un verde donaire a Torre-Mellada. Trepidaba el tren. La locomotora chispeaba, sudando aceite. Por la puerta de viajeros, de carrerilla, en un remolino, aspados los brazos, entraba un tipejo. Torre-Mellada lo vio y recibió el último consuelo mundano: Aquel tipejo que llegaba con retardo era Asmodeo.
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