En el Palacio de Torre-Mellada se albergaban dos tertulias mal avenidas, como en las Regias Cámaras: El Salón de la Marquesa Carolina y el Tresillo del Marqués, en la Biblioteca: Allí, disputas, toses, reumas de apostólicos carcamales, comentaban con igual acrimonia las veleidades del naipe y las calumnias propaladas en el extranjero por la demagogia revolucionaria. Estaban aquella noche en momento de paz las dos tertulias. La Marquesa, arrastrando la cola, frágil y mundana, recorría las mesas de juego apoyada en el brazo del Marqués: Con lánguido arrumaco dulcificaba los ojos sobre la constelación de calvas y lechuguinos bisoñes. Hacía invitaciones y se despedía para Los Carvajales:
-¡Señor Navia Osorio! ¡Señor Arcediano! ¡Brigadier! No olviden que esperamos la visita de ustedes.
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