El Ministro de la Gobernación, Don Luis González Bravo, meditaba en su poltrona, con los pies en la tarima del brasero y el gorro turco sobre la oreja. Meditaba, y se enfriaba el chocolate con churros, que solía tomar en las horas de madrugada: Tenía la mirada semita y de azulinos blancos, que parecía afilarse sobre la línea corva de la nariz, la frente calva con tufos de ceniza, y aquel ceño brusco y acusado que, otro tiempo, los imagineros ponían a los judíos en los pasos de Semana Santa. Entró Carlos Mori, un pollo elegante, pariente remoto y secretario del Ministro:
-Don Luis, ha vuelto el Marqués de Torre-Mellada.
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