Venían en disputa por la acera, una rubiales enlutada, y un prójimo con catadura de músico ambulante, el violín en funda y la colilla pegada al labio. Con un reojo a las madamas del coche, se metieron por el zaguán. La portera les salió al paso, con misterios de comadre:
-¡Gente de postín! Han preguntado por la Macaría. ¡Para mí que le traían un socorro!
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