La Marquesa abrió los ojos con cierta extrañeza de insomnio alucinado. Un murmullo de voces apagadas venía del tocador. Respondía la doncella. ¿Pero quién interrogaba? La Marquesa se incorporó en los cojines de encaje:
-¿Eres tú, Feliche? Pasa, estoy trastornada. ¿Y tú, mi pobre niña? ¿Cómo no has entrado antes? ¡Todo el tiempo acordándome de ti!
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.