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CAPÍTULO XVII

La Marquesa de Torre-Mellada tenía crispaciones, ahogos, gritos, soponcios y otros mil remilgos de dama nerviosa: Por ráfagas fulguraba en su pensamiento el súbito espanto de la casa llena de guardias, con los criados atónitos cambiando mudos signos: Una visión extática y trastornada como la del relámpago, de lívidas imágenes en movimiento sin mudanza. La doncella, para calmar aquellas congojas, le sirvió una taza de tila con cinco perlas de éter, receta de un famoso especialista de París -el Doctor Jenkins. La Marquesa tenía la fórmula por su gran amiga la Duquesa de Morny. Se animó con la tila y el éter. El Marqués se anunció con dos golpes discretos en la puerta del tocador:
-¿Puedo pasar?