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CAPÍTULO XI

El Barón de Bonifaz, Toñete Bringas y Perico el Maño celebraron consejo en la puerta del Suizo: Allí, bajo el parpadeo de las estrellas sonámbulas, se concertaron para la burla, en aquellas noches madrileñas, reverdecida por una juvenil cuadrilla de chulos parásitos, jaques marchosos y aristócratas tronados. Por la calle desierta cruzaba el coche ministerial que conducía a González Bravo. Adolfito apenas pudo saludar desde la acera con un afanoso golpe de sombrero: Súbitamente recobraba el modo fatuo y ceremonioso de los elegantes isabelinos en las postrimerías de aquel reinado, cierto automatismo petulante de fantoche británico. Habían impuesto la moda de aquel saludo algunos pollos de la goma que se vestían en Londres. El Ministro de la Corona, incierto en el fondo del coche, respondió inclinándose, maquinal y preocupado. El cochero, desabrido, dijo al lacayo:
-¡Vaya unos pollos!