Only page of capítulo
289
28
Easy

10
CAPÍTULO X

El Café Suizo no cerraba sus puertas. El madruguero cazador -morral, escopeta y perro- podía entrar con el alba a beberse una taza de café caliente, antes de salir al ojeo en la paramera de Vicálvaro. El Suizo mantenía siempre encendidos los pomposos tulipanes de la rinconada frontera al mostrador. Allí aposentábase un cenáculo de noctámbulos: El periodista mordaz, el provinciano alucinado, el cómico vanidoso, el militar de fanfarria, el respetuoso borracho profesional, admirador de los cráneos privilegiados, el guitarrista alcahuete, el opulento mendigo, primogénito de noble casa: Era una trinca apicarada y donosa, con ajadas plumas calderonianas, un eco de arrogancias y estocadas, recogido en aire de jácara matona. Aquella noche se juntaban Toñete Bringas, Perico el Maño, el Coronel Zarate, Manolo Candarías, el Barón de Bonifaz, Paco Cembrano, el Cura Regalado, Don Joselito el Pollo de los Brillantes y el Rey de Navarra. Las horas luminosas en aquella tertulia solían ser las de madrugada, cuando aparecía el sablista famélico, siempre cesante. El ilustre primogénito, el militar, el torero, guiñando la pestaña, roncos de la misma ronquera, hacían gárgaras con ron de Jamaica. Entonces el gacetillero cruel jugaba el vocablo, el provinciano se extasiaba, el cómico encarecía el corte de su sastre, el borracho profesional, lloroso y babón, le adulaba, y el guitarrista, con sonsoniche, feriaba a una niña de tablado: Era aquél uno de los círculos más depurados de la sensibilidad española, y lo fue muchos años. El Suizo y sus tertulias noctámbulas fueron las mil y una noches del romanticismo provinciano. Adolfito Bonifaz propuso salir a robar capas. Celebraron la ocurrencia Toñete Bringas y Perico el Maño: Sin pagar, en cuerpo, se echaron a la calle. Comentó el mozo que los vio tan dispuestos:
-¡Vaya unos perdularios!