Hacia el final de la calle de Serrano, una de las más aristocráticas de Madrid, había no ha mucho una soberbia casa en construcción.
Era la casa propiedad del Duque de Ordax y hacía esquina a otra calle más modesta.
Una valla de madera sin pintar cerraba la obra.
En el momento de dar comienzo nuestra historia, la casa cuyos muros se levantaban ya en toda su altura, aparecía a los ojos del transeúnte, cubierta casi por completo de andamiajes y maderamen, grúas y garruchas bien provistas de cuerdas, por las que subían y bajaban sin descanso en las horas de trabajo los materiales de la obra.
Eran las dos de la tarde. Los obreros dormían la siesta a la sombra de la valla.
Pero no dormían todos. Aprovechando el sueño de sus compañeros, Eleuterio y Eustaquio, hablaban en voz baja, sentados en un rincón de la taberna vecina.
Eustaquio apuró un vaso de vino; y como si prosiguiese una conversación anterior, preguntó:
-De modo que viste a la Soledá anoche.
-¡Ya lo creo! Y aquello fue el acabose.
-¿Y ella?…
-Sigue en las mismas.
-En que no.
-Emperrada en que no. Pero eso será un pueblo y lo que quiera este cura, ¿sabes?
-¿Sabes lo que te digo?…
-Di.
-Que debes dejarla. No te metas en esos líos. La Sole está muy amartelada con su marido, y Ramón es un hombre que en cuanto huela un tanto así… ¡el destroce! -y Eustaquio marcó con su pulgar sobre el índice el nacimiento de la uña.
-Te agradezco el consejo y el interés que te tomas. Me aprecias. Pero no sabes lo que hay entre los dos y no pués aconsejarme ná. Además, el dejarla hoy por hoy es ponerme sobre lo imposible…
-Es lo mejor.
-¿No te digo que no puede ser? Mira. Yo no me franqueo sobre este asunto con nadie. Cuando tú sepas la misa entera entonces tendrás más fundamento para decirme: Eleuterio debes seguir con esa socia, o no sigas con ella porque te va a traer la negra. ¿Estamos?…
-Sí. Pero una mujer casada…
-¡Una mujer casada!… Vamos, que estás en ayunas.
-¿Pero no es?…
-Como casada, sí lo está. Pero ha engañado a ese pobre hombre, porque es un tonto. Escucha.
Cogió una copa y vaciándola de un trago continuó con voz recogida mirando misteriosamente en torno.
-Soledá antes de casarse con Ramón, estuvo colada con Víctor.
-¿El pintor?
-El mismo.
-¡Demonio!
-¿Qué quieres? Todos los días nos acostamos sabiendo algo nuevo. Ellos se veían en mi casa y entonces yo vivía con la Encarna.
-Y Ramón ¿no sabe nada de eso?
-Todavía no. Por eso se casó con ella. Víctor se marchó a Buenos Aires escapado y me dio un retrato que le había dedicado la Soledá, con palabras que hablan solas. Ese retrato lo tengo yo porque entonces empecé a mirarla con algún cariño, y como la Encarna ya iba haciendo de las suyas, pues figúrate…
-Pero…
-Aguarda, hombre. Este retrato yo lo he de entregar a Ramón o a ella. Ya se lo dije bien claro.
-¡Rediez! Sabes tú que no eres nadie.
-Ha de elegir.
-Eso es peor que dar una puñalá.
-¿Qué quieres? ¿Soy yo por ventura dueño de mi alma? ¿No tiene esa mujer la culpa de lo aperreada que arrastro la vida? Mira. Lo he jurado muchas veces; o es mía o de ninguno.
Eustaquio miraba de hito en hito y lleno de asombro a Eleuterio.
Eleuterio tenía en su rostro ese brillo irradiante de los posesos y de los enérgicos.
Guardaron silencio un rato.
De pronto Eleuterio se levantó y dando una palmada en el hombro de su camarada dijo:
-Vete. Ahora viene Soledá.
-Oye…
-Vete. Sé lo que tengo que hacer.
Eustaquio obedeció.
Eleuterio salió después de la taberna y fue al encuentro de la mujer.
Soledad venía con la cesta al brazo trayendo la comida de su marido.
Cuando vio a su perseguidor retrocedió asustada:
-¡Tú!
-El mismo.
Ella se dirigió a la obra y gritó desesperadamente:
-¡Ramón!
-No te molestes -dijo Eleuterio cogiéndola por un brazo.
-Déjame -replicó ella deshaciéndose de él.
-Pero oye, oye… Tú te has olvidao ya para qué he venido. ¿Has perdió la memoria?
-Te he dicho que me dejes.
-Espérate.
Y cogiéndola fuertemente de nuevo:
-Mira. No seamos niños. Esto tiene que tener su fin. ¿Lo has pensao bien?
-Eleuterio -dijo ella con cierto aire de segura decisión-, haz lo que quieras, arráncame la honra, la tranquilidad, el sosiego, que me quede sin pan y sin cariño, que me tiren a la calle y que me escupan, todo, menos ser tuya.
-¿Es lo último?
Eleuterio estaba pálido y temblaba de ira. Vibraba su figura como la de un alcoholizado.
-Lo último -replicó ella. Lo de siempre. Yo soy honrada aunque haya sido antes cualquier cosa.
-Piénsalo bien. Mira que lo pierdes todo.
-Como quieras. Eres un miserable. Tú te escondes detrás de la puerta como un ladrón para darme una puñalada, para robar a Ramón.
Eleuterio balbuceaba algunas palabras. Su mirada adquiría fulgores de ira y de rabia.
-Piénsalo. Piénsalo bien.
-Calla. No me digas eso porque mujer y todo soy capaz de abofetearte aunque me destroces después. ¡Ladrón!
-Bien. Entonces hoy mismo procuraré complacerte.
El tono con que Eleuterio pronunció estas palabras, fingiendo una calma que estaba muy lejos de disfrutar, acabó de sacar de quicio a la mujer.
Esta se acercó a él y le dijo echándole las manos a la cara:
-Anda, ahora, en seguida. Cuando venga le das el retrato, se lo dices todo. Yo te ayudaré. Yo descargaré mi conciencia, podré llorar delante de todo el mundo, delante de él. Anda.
-¡Soledad!… Mira…
-Vete.
Iba ella a dejarlo cuando apareció Ramón en la puerta de la obra.
Venía despacio y venía sonriendo.
Soledad volviose rápidamente a Eleuterio y con aire de triunfo le dijo:
-Anda. Ahora. Allí le tienes… Díselo.
Eleuterio la miró con rabia, metió la mano en el pecho como acariciando alguna cosa y después murmuró con ira.
-¡Quia! Es pronto.
Ramón se acercaba.
Eleuterio se alejó.
El marido y la mujer quedaron solos.
Ramón, aquel modelo de obreros honrados y trabajadores, miraba a su mujer como embelesado:
-Tarde has venido.
Y Soledad repuso, procurando mostrarse contenta:
-Tienes que dispensarme, Ramón.
Pero la sonrisa de la pobre mujer no engañó al obrero, que, como todos los hombres enamorados, era receloso.
Miró fijamente a su mujer, como si quisiese leerle los pensamientos:
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.