En el Crucero de Belda halló el Cabecilla á un confidente que venía cruzando los prados, llenos de amorosa fragancia, bajo la luna. Santa Cruz se apartó mucho de su gente para hablar á solas con aquel hombre, y al emparejarse murmuró las palabras torvas con que recibía á todos los confidentes:
-¿De dónde vienes?
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