El cabecilla hizo un sueño ligero. Por la calle, bajo sus ventanas, pasaba un tumulto regocijado. El tamboril y la gaita tocaban en desacuerdo, y se trenzaban sus sones con fantasía grotesca. Santa Cruz, de una gran voz, llamó á los voluntarios de su guardia, siempre en centinela mientras dormía. Los sintió venir desde el fondo del corredor:
-¿Qué pasa?
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