Santa Cruz quiso castigar á la villa, porque, olvidando su claro abolengo legitimista, había consentido á la tropa republicana que sacase bagajes y raciones. Temerosos andaban escondiéndose los merinos, y dio un pregón condenándolos á muerte si antes de la noche no se presentaban en la rectoral donde tenía el Cuartel. Era tal el terror que inspiraba, que acudieron todos… Y después de oírlos un momento, mientras bebía un vaso de vino y tomaba una rebanada de pan blanco, les mandó dar cincuenta palos en la Plaza de los Fueros:
-¡Uno!… ¡Dos!… ¡Tres!…
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.