Una zagala pelirroja entró en el huerto conduciendo del ronzal a la Maruxa, la res destinada para celebrar la «Pastorela mundana»; aquel nuevo rito de ese nuevo paganismo, donde las diosas son Evas pervertidas, y donde los sacerdotes son poetas que se embriagan con ajenjo libado en elegante vaso griego. Beatriz descendió corriendo los escalones del patín, y acercándose a la vaca, comenzó por acariciarle el cuello.
-¡Príncipe, mire usted qué mansa es la Maruxiña!…
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