Only page of capítulo
229
55
Easy

23
CAPÍTULO XXIII

Las monjas durmieron en el sobrado, las dos en una cama con sábanas de hilo casero, bien espliegadas, y jergón de maíz hopado y esponjado como el pan de fiesta al salir del horno. Durmieron vestidas y con gran zozobra, oyendo abajo el ronquido de los alojados, y el andar receloso de los caseros, toda la noche alerta, rondando por los establos y á la redonda del huerto. Los alojados del caserío eran cuatro ampurdaneses que hablaban un catalán violento, de rudeza visigoda. El ama sólo les diera leña, sal y un caldero para que pudiesen hacer su rancho en un rincón del hogar. Pasaron la prima noche jugando á las cartas, y luego se tumbaron á dormir en la cocina. El amo viejo los miraba como á bárbaros. Para aquel aldeano que aún regía su casa por usanzas patriarcales, el extranjero había hablado siempre en el austero rezo de Castilla. Oía á los ampurdaneses con una sonrisa maliciosa, acariciando la tabaquera, y ponía igualdad entre la zalagarda de los canes y aquel tosco vocear agresivo y sanguíneo, que desgarraba las bocas y violentaba los gestos. No salió de la cocina hasta que los vio dormidos: Entonces fué al establo para la ordeña, y allí se le juntaron la nuera y Josepa la de Arguiña. Hablaron los tres con gran sigilo. El viejo:
-No me acostaré en toda la noche.