En el cementerio estaba un viejo con dos cabras que pacían la yerba de las sepulturas. La monja y la novicia, para no equivocar el camino de la aldea, aprovecharon salir con el pastor. Era un sendero verde, todo en paz de oración, y el viejo hablaba en vascuence y reía enseñando su boca sin dientes. Era todo cristalino el paisaje, y los montes parecían de amatista. Cerca de la aldea una mujer que descansaba en la orilla del camino, se alzó y corrió al encuentro de las monjas. Era Josepa la de Arguiña:
-Pues antes las descubrí entre los negros, y maginé que las conducían presas. Por sonsacar anduve enseñando las casas, á los que acá se quedan alojados… ¡Y de Poquito, la gran valentía!… Todo les contaré… ¿Y agora, por este camino, adonde es el caminar, con mi guelo de las cabras?
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.