Dos días permanecieron en la villa y sus contornos los mutiles de Miquelo Egoscué. Al alba del tercero, todavía con estrellas, se pusieron al camino. El carro iba en la retaguardia con una escolta de tres soldados aspeados. Cerca de San Martín de Goy se juntaron con una partida de siete hombres, que venían atajando por un campo encharcado, lívido bajo las luces del amanecer. Todos se conocían y desde lejos comenzaron á darse voces:
-¡Teneos! ¡Teneos!
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