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CAPÍTULO XV

La Josepa durmió en una cueva, cerca de San Pedro de Olaz. Rayando el día, se dirigió al molino donde se alojaban algunos soldados, y andando entre ellos comenzó á pedir limosna. A lo lejos sonaba un clarín. Los soldados se apresuraban almohazando los caballos: Algunos, embozados en las mantas, bajaban al río, y sus cantos tenían una claridad juvenil en la mañana fría y lluviosa. Eran cantos regionales^ donde se sentía el alma primitiva del pueblo pastoril y guerrera. La Josepa entró al molino, y descubriendo la cara pálida del niño, que dormía en sus brazos, comenzó una letanía para que la consintiesen secarse al fuego. Un soldado, compadecido, le dejó algunas rebañaduras de su rancho. La Josepa comenzó otra letanía de gracias:
-¡Dios te lo pague, hijo de buena mai! ¡Dios te lo pague, ligero! ¿Llevas mucho tiempo en la tropa? ¡Así te camines á tu casa en el mismo día de hoy, con el cañutero de la licencia! ¡San Cernin Glorioso, si aparenta que no has de tener los quince años entodavía! ¿Ya habrás pasado lo tuyo? ¡Penas y trabajos! ¡Penas y trabajos!… ¿Cómo es el nombre de tu escuadrón, mocé?