Cara de Plata y el contrabandista se calentaban en la cocina de la venta, esperando la hora de media noche para ponerse al camino, bajo la fe del ventero. La monja y la muchacha habían subido al piso alto, donde, tras largo rezo, descabezaban un sueño, juntas las dos en una cama de siete colchones. Se oyó en el camino el paso de un caballo. Luego llamaron a la puerta. El ventero salió soñoliento del pajar, quitó una albarda vieja que servía para cegar un ventano, y asomando preguntó quién era el caminante. Pero le reconoció al mismo tiempo, y sin respuesta, fué á quitar los tranqueros. Entró el pastor tirando del caballo:
-¡Ave María Purísima!
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