Miquelo EgoscUé capitaneaba una tropa de cien boinas rojas, gente valerosa y sufrida. Aquellos mutiles parecían hermanos, hijos de algún viejo patriarca que todavía repartiese justicia bajo el roble de Astigar. Miquelo Egoscué se juntó con ellos en la cueva del monte, donde tenían su cuartel: Hizo matar las siete cabras que llevaba el pastor, y mientras se asaban para el banquete, en la gran hoguera de urces, enteró á sus mutiles de la carta del Cura.
-Yo voy allá con los que quieran seguirme. El segundo de la partida respondió por todos:
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.