El viejo jardín en una tarde otoñal y dorada. Dos palomas se arrullan posadas en la piedra de armas, y los vencejos, que revolotean sobre la torre señorial, trazan en el azul signos de quimera con la punta negra del ala. De tiempo en tiempo, un estremecimiento recorre el jardín y luego todo vuelve á quedar en silencio de misterio: El misterio de los mirtos centenarios, de las fuentes abandonadas, de las rosas que se deshojan en los rosales. Doña Malvina, la dueña, hace calceta sentada en un banco de piedra y atisba por encima de los espejuelos hacia la puerta del jardín, donde acaba de aparecerse el señor Abad de Brandeso.
EL ABAD:Acaban de contarme que llegó esta mañana toda la familia. ¿Cómo han sido esas paces, Doña Malvina?
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