El sol poniente dora los cristales del mirador. Es un mirador tibio y fragante: Gentiles arcos cerrados por vidrieras de colores le flanquean con ese artificio del siglo galante, que imaginó las pavanas y las gavotas. En cada arco las vidrieras forman tríptico, y puede verse el jardín en medio de una tormenta, en medio de una nevada y en medio de un aguacero. Aquella tarde el sol de otoño penetra hasta el centro, triunfante, como la lanza de un arcángel. El Marqués de Bradomín lee un libro. Florisel, con la montera entre ambas manos, asoma en la puerta.
FLORISEL:¿Da su permiso?
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.