Una antesala en la cruz de dos corredores. Sobre el muro se desenvuelve, en estampas que ostentan larga leyenda al pie, la historia amorosa de la Señorita de La Valiera. En el fondo hay una ventana, desde donde EL CABALLERO se divierte tirando a los vencejos que vuelan en la tarde azul sobre el oscuro jardín de mirtos. DON JUAN MANUEL aún lleva una venda sobre el entrecejo. La fiebre le enciende los ojos y le ahonda las mejillas. Su mal, es la tristeza de recordar la figura amorosa y gentil que otras veces había encantado, como triunfo de rosas que florecen en viejo tronco, el soberbio declinar de su vida apasionada y violenta. DON GALÁN asoma por uno de los corredores.
EL CABALLERO.- ¿Has averiguado algo? Te dije que no te mostrases ante mis ojos, en tanto que no supieses si era viva o muerta. ¿Qué nueva me traes?
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