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Escena quinta

Una calle. Es de noche. SABELITA camina pegada al muro de las casas arrebujada en su manto, y llora con débil gemido, como niña abandonada. Las calles están desiertas, y los zaguanes de las casas, lóbregos. SABELITA percibe a veces un confuso vocerío, que sale del interior de las tabernas llenas de marineros, y miedosa, apresura el paso para cruzar ante las puertas, de donde surge una banda de luz que tiembla sobre la calle enlosada. Tal vez una sombra se tambalea en la esquina barbollando confusos discursos. SABELITA pasa recatada en su mantelo.
LA VOZ DEL BORRACHO.- Aquí me tienes, parienta… Sopla Nordeste fresco, parienta… Envaina las uñas, que el hombre de bien tiene que achicar un cuartillo con los amigos… ¡Cuidado, que ya tengo un rumbo dentro! Si usted no es mi parienta, señora. Espere usted, que me estoy pisando la faja. ¿No quiere usted esperar?… Navegaremos en conserva…