Todos los criados están reunidos en la gran cocina del caserón. En el hogar arde un alegre fuego que pone un reflejo temblador y rojizo sobre aquellos rostros aldeanos tostados en las sementeras y en las vendimias. Bajo la ancha campana de la chimenea, que cobija el hogar y los escaños donde los criados se sientan, alárganse las lenguas de la llama como para oír las voces fabulosas del viento. Es una chimenea de piedra, que recuerda esos cuentos campesinos y grotescos de las brujas que se escurren por la gramallera abajo, y de los trasgos patizambos que cabalgan sobre los varales donde cuelgan las morcillas puestas al humo. Sentados en torno del hogar, los criados dan fin a los cuencos de la fabada y sorben las últimas berzas pegadas a las cucharas de boj. Los criados son cinco: ANDREÍÑA, una vieja que entró a servir a los difuntos señores; DON GALÁN, el bufón de EL CABALLERO; JUANA LA MANCHADA, que sabe los guisos escritos en las rancias recetas de las monjas; BIEITO, el rapaz de las vacas, y ROSALVA, la rapaza que sirve en la casona, por el yantar y el vestido. Hablan en voz baja.
DON GALÁN.- Pues yo vos digo que nunca muchos días está con el amo Misia María.
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