Así comienza esta hoja del diario del señor Garatúa:
"Yo soy una excepción de la vida ciudadana en el Perú. Soy tal vez el único hombre que ignora la placidez deliciosa que produce la posición de esta palabra: Destino. La frase: estoy destinado es la primera vez que la escribo. Oigo a mis conciudadanos con frecuencia quejarse del Destino. Qué haría, cuánto he hecho y lo que me espera hacer para adueñarme al fin de esta fatídica palabra. Entre los griegos, el destino es una cosa intangible. Algo que no se puede agarrar. Los griegos tenían razón. Para mí, por ejemplo, el destino ha sido griego del todo. Entre nosotros la palabra destino tiene una otra significación: tanto de sueldo por no trabajar. La originalidad de mi país me sugiere este hondo pensamiento que es una ley social: Trabaja por conseguir un destino para que no trabajes.
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