La desesperación de Athos había dejado sitio a un dolor concentrado que hacía más lúcidas aún las brillantes facultades de espíritu de aquel hombre.
Concentrado por entero en un solo pensamiento, el de la promesa que había hecho y de la responsabilidad que había tomado, se retiró el último a su habitación, pidió al hostelero que le procurase un mapa de la provincia, se inclinó encima, interrogó a las líneas trazadas, advirtió que cuatro caminos diferentes se dirigían de Béthune a Armentières, a hizo llamar a los criados.
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