Por la noche, Milady ordenó introducir al señor D'Artagnan tai pronto como viniese, según su costumbre. Pero no vino.
Al día siguiente Ketty vino a ver de nuevo al joven y le contó todo lo que había pasado la víspera; D'Artagnan sonrió; aquella celosa cólera de Milady era su venganza.
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