CAPÍTULO 5: El Aficionado A Los Tulipanes Y Su Vecino
Entretanto, mientras los burgueses de La Haya troceaban los cadáveres de Jean y de Corneille, mientras Guillermo de Orange, después de haberse asegurado que sus dos antagonistas estaban bien muertos, galopaba por el camino de Leiden seguido del coronel Van Deken, al que hallaba demasiado compasivo para continuar otorgándole la confianza con que le había honrado hasta entonces, Craeke, el fiel servidor, montado por su parte en un buen caballo, y muy lejos de imaginarse los terribles sucesos que habían acontecido desde su partida, galopó sobre las calzadas bordeadas de árboles hasta que estuvo fuera de la ciudad y de los pueblos vecinos.
Una vez en seguridad, para no despertar sospechas, dejó su caballo en una cuadra y continuó tranquilamente su viaje en barcos que por etapas le condujeran a Dordrecht pasando con habilidad por los caminos más cortos de esos brazos sinuosos del río los cuales estrechan bajo sus caricias húmedas aquellas islas encantadoras bordeadas de sauces, juncos y hierbas floridas, en las que ramoneaban indolentemente los gordos rebaños reluciendo al sol.
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