Danglars siguió con la mirada a Edmundo y a Mercedes hasta que desaparecieron por uno de los ángulos del puerto de San Nicolás; y volviéndose en seguida vislumbró a Fernando que se arrojaba otra vez sobre su silla, pálido y desesperado, mientras que Caderousse entonaba una canción.
-¡Ay, señor mío -dijo Danglars a Fernando-, creo que esa boda no le sienta bien a todo el mundo!
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.