-Señores -dijo al entrar el conde de Montecristo-, recibid mis excusas por haber dado lugar a que os adelantaseis, pero al presentarme antes en vuestro gabinete hubiera temido ser indiscreto. Por. otra parte, me habéis dicho que vendríais y os he estado esperando.
-Venimos a daros un millón de gracias, Franz y yo, señor conde -dijo Alberto-, puesto que verdaderamente nos sacáis de un gran apuro, tanto, que ya estábamos a punto de inventar la estratagema más fantástica en el momento en que nos participaron vuestra atenta invitación.
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