En la época en que va á comenzar la acción del drama histórico que en compendio vamos á referir, la muerte y el tiempo habían ya arrebatado y reducido á polvo á los personajes que por un momento hemos animado en nuestros primeros capítulos y presentado como figuras principales en el gran acontecimiento de la conquista. Los reyes aztecas y texcocanos habían sido inhumanamente matados por sus conquistadores, y los conquistadores matados también por ese secreto impenetrable que se llama muerte, y que á cierto tiempo nivela al opresor y al oprimido, á la víctima y al verdugo. El gran "Tonatiut" había muerto desbarrancado en Mochitilte, y su mujer ahogada el mismo día por un volcán en Goatemala; el conquistador Don Hernando, aislado y despreciado de la corte, había exhalado, como cualquier miserable, su postrer suspiro en un pueblacho solitario y oscuro de España; en una palabra, la generación terrible de los primeros conquistadores se había extinguido en cosa de cuarenta años, y sus hijos y deudos eran los que se disputaban los honores, el mando supremo y las más bellas porciones del territorio mexicano.
En principios del año de 1563 un grande acontecimiento ocupó á los habitantes de la nueva colonia, y aun no dejó de alborotar también á los indígenas, que esperaban siempre con la llegada de un nuevo gobernante, que empeorase su situación. En esta vez se trataba de una persona cuya tradición era respetada de los indios mexicanos.
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