El Lic. Vena y Doña Beatriz, que así se llamaba la dama, se hospedaron en la casa de nuestro D. Jerónimo, que era un rico comerciante y que aventajaba mucho en sus negocios, agasajando cada vez que podía á los empleados y personajes influentes que llegaban de España á la colonia.
Doña Beatriz volvió á caer en un desmayo al llegar á la habitación; pero los cuidados que le prodigaron dos criadas negras que tenía D. Jerónimo, y más que todo una buena taza de vino y algunos alimentos, la volvieron á la vida, pues lo que realmente tenía era que en cerca de treinta horas, por el mareo y el miedo no había comido. Así que estuvo repuesta y se encontró segura en una amplia y bien ventilada habitación, desde donde se veía el mar quieto, azul y brillante, sonrió y se dirigió al Lic. Vena, cuyas facciones denotaban una profunda tristeza.
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