Hombres, mujeres, muchachos y viejos, todos salían á las ventanas y corrían por las calles con gran alborozo para contemplar una extraña procesión.
En medio de un grupo de soldados, entre la burla y la rechifla del populacho, caminaba un hombre á quien llevaban casi arrastrando de una gruesa cadena que tenía atada al cuello.
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