Hernando Cortés, después de haber vencido á Narvaez, hécholo prisionero é incorporado sus tropas, regresó á México y salvó á Alvarado, que estaba ya á punto de sucumbir.
Los combates siguieron sin interrupción. Los españoles hacian salidas, barrían con la artillería las masas compactas de indígenas, que volvían á cerrarse y á cargar con hondas, maderos y piedras, cada vez con más furor. Los cadáveres amontonados interrumpían el paso de las calles, los heridos daban lastimosos gemidos, y las mismas mujeres corrían frenéticas ayudando al ataque. Al cabo de algunos días los españoles volvieron á encontrarse en la última extremidad. No podían salir de la ciudad, ni capitular, ni rendirse, porque hubieran sido sacrificados á los ídolos, y sus esfuerzos para pelear se agotaban. Todos comenzaban á desconfiar, á murmurar contra su capitán.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.