Don Antonio de Benavides fué encerrado en un calabozo, y el día 10 de junio le tomaron su primera declaración y se le consignó á la sala del crimen para que le juzgase.
En vano se procuró obtener de él una contestación que diese alguna luz sobre sus antecedentes, sobre su misión, sobre el objeto que le traía á la Nueva España; los esfuerzos de los oidores se estrellaron contra la fría reserva de aquel extraño y misterioso personaje, á quien no arredraban ni los tormentos ni la muerte, y á quien no ablandaban promesas ni ofrecimientos.
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