Salió por fin la flota de la hermosa bahía de la Habana sin que el tiempo mejorase; dió vuelta al peñasco que hoy se llama el Morro, y hasta los cuatro días logró entrar en el canal de la Florida; tanto así eran los vientos que la empujaban al Golfo de México, de donde trataba de salir. El quinto día el cielo se puso más terrible y amenazador.
Gruesos, amoratados y espesos copos de nubes parece que salían de las aguas y llenaban el horizonte de una siniestra oscuridad. El mar tenía, al parecer, poco oleaje, pero hervía como si tuviese una caldera en el fondo, y sin saberse por qué, los barcos se estremecían repentinamente, como si pasase por su quilla el lomo de una ballena. Este es un fenómeno quizá peculiar del Golfo y de todo el mar de las Antillas, de modo que algunas veces se experimentan fuertes sacudimientos, á la vez que las olas apenas se levantan media vara en la movible superficie. La Capitana hizo sus señales, y todos los barcos, que eran quizá treinta y que caminaban en conserva, comenzaron la maniobra; unos arriaron completamente sus velas y quedaron cabeceando, arrastrados por las aguas rápidas del "Gulf Stream", otros se quedaron con la vela mayor, y otros atrevidos largaron, como dicen los marinos, todos los trapos, y rápidos como los alciones comenzaron á hundirse y á salir sucesivamente de los abismos que ya con lo recio del viento comenzaban á formarse. El canal de la Florida está lleno de cayos, de islotes, de arrecifes, de costas bajas y engañosas, y el peligro era, que cerrando la noche y arrastrados por las olas y el viento, viniesen los barcos á dar en algún escollo. La noche llegó, no sólo oscura, sino llena de esas tinieblas flotantes que tanto pavor causan en la mar, y que no se sabe si son los vapores que salen del agua, ó los vapores que caen del cielo; el caso es que materialmente se ve que el barco tiene que abrirse paso en esa profunda ó interminable oscuridad que cada vez es más negra y más pavorosa. La Capitana encendió un farol á popa y otro á proa, los demás barros sólo encendieron uno á proa, y un cañonazo anunció que cada momento se aproximaba más el peligro.
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